Guillermo Barrientos y Eva Maricel Jorge y Silvia en Dos Días

DOS DÍAS: un ejemplo de verdad en el escenario

Intentar hablar de «Dos días» sin revelar ningún detalle importante es un ejercicio de incalculable contención. Y no hacerlo es casi un pecado.

«Dos días» hay que masticarla. Saborearla. Digerirla… Y una vez hemos hecho eso, hay que volver a verla

Coescrita por Miguel Ángel Cárcano y María Inés González, «Dos Días» es una de esas obras de teatro de las que hay que hablar. Ellos, habituales del circuito off de la escena madrileña, no sólo no pierden fuelle sino que siguen al pie del cañón y pisando fuerte. Esta apuesta, muy suya y con ciertos matices diferentes a lo que nos tienen acostumbrados, se ha convertido en una representación que entra de golpe y a bocajarro en el espectador. Por eso seguramente el diálogo en relación a ella es inevitable. Sobre todo con uno mismo.

«Dos días» hay que masticarla. Saborearla. Digerirla… Y una vez hemos hecho eso, hay que volver a verla para comprobar cómo ya es parte de nosotros, cómo lo era antes de verla, y cómo, sorprendentemente (¡o no!) descubrimos cosas que en la primera vez se nos pasaron por alto o interpretamos de manera equivocada.

SILVIA Y JORGE

Uno empezaría por explicar quiénes son los protagonistas pero la realidad es que Silvia y Jorge ni siquiera se conocen a sí mismos. Se encuentran en un hotel. Más bien se reencuentran. O al menos coinciden allí. Y pasito a pasito comienzan a deshojar la flor de sus deseos, sus miedos, sus inseguridades… Y ¿quién no se ha visto alguna vez en una situación así? ¿Quién no se ha sentido nunca en la piel de unos personajes así?

Pero ¿qué piel es esa?

Se trata de la piel de dos personas que aman. Pero también la de quien añora y sufre. La piel de quien una vez tuvo y ahora no está tan seguro. La de quien se aferra a algo a pesar de lo evidente. La piel de quien quiere creer. Necesita creer.

Jorge Silvia Guillermo Barrientos Eva Marciel Dos Dias Teatro Lara

Jorge y Silvia. Guillermo Barrientos y Eva Marciel.

TODOS SOMOS TODOS

Si uno se queda después de la función a cruzar algunas palabras con el equipo, no tardará en salir la frase todos somos todos. ¿Es posible hablar de una historia universal en esta obra?

En una historia de dos personas que comparten encuentros y desencuentros, no hay buenos ni malos. Solo hay piel. Y todos estamos hechos de eso.

Quizá uno de los mayores tópicos en lo que a la narrativa se refiere es ese de catalogar una historia como universal.

En el caso de «Dos días» sería demasiado fácil –y quizá osado- reducirla al concepto de historia universal. Para empezar porque lo que ocurre estrictamente en escena probablemente esté lejos de lo que la mayoría haríamos en nuestras vidas. Probablemente… Pero en muchos momentos de la función, más de uno y más de cinco (por decir algo), uno es capaz de ponerse al mismo tiempo en la piel de Silvia y en la de Jorge. A la vez incluso aunque sean posiciones opuestas. Y sentirlo con la misma intensidad conteniendo el aliento por ellos, intentando no invadir el espacio también contenido de quien tenemos a nuestro lado. La complejidad en la escritura del texto para encontrar un equilibrio y la habilidad para conciliar el universo de los personajes y el del espectador son tales, que esta obra supera lo universal. Esto es otra cosa…

En una historia de dos personas que comparten encuentros y desencuentros, no hay buenos ni malos. Solo hay piel. Y todos estamos hechos de eso.

CUANDO MENOS ES MÁS

Miguel Ángel Cárcano es un maestro en eso de la esencia. Ser uno de esos (pocos) privilegiados que (casi) siempre tiene una obra en cartel tiene mérito. Y tiene su sentido. Ser uno de los nombres del off madrileño no tiene tanto que ver con la factura de la producción – que también -, sino con la increíble factura de sus historias y la profundidad de sus personajes. Especialmente en esta última propuesta. Los textos que nos traen estos dos autores nacen y crecen porque lo hacen desde lo elemental, desde la verdad. No hay artificio en su dramaturgia, ni trucos. Hay cohesión y empaque. Hay sentido. Y capas. Capas y capas, como en la vida misma, que le llevan a uno a pensar. A sentir. Y no sólo eso, a mirarse uno mismo. Incluso aunque sea lo último que uno querría hacer cuando va a ver una obra de teatro. Como decía uno de los personajes de «Cuatros estaciones y un día» (también obra de los dramaturgos argentinos): «nos cuesta mirarnos detenidamente, nos miramos al espejo pero no nos vemos».

La comunión de estos dos artistas con la sensibilidad y el instinto del director y con la madurez del texto, cierran el círculo del menos es más. Y de la verdad

Con sus obras, con ellos, abrimos los ojos y nos abrimos en canal. Aunque sólo sea en el universo tan reducido y tan inmenso al mismo tiempo de nuestra intimidad. Solo eso y nada más que eso son sus obras. Cómo si fuera así de sencillo…

Y «Dos días» no es diferente a las demás.

LAS CARAS QUE NOS REPRESENTAN

Guillermo Barrientos Jorge Eva Marciel Silvia Dos días Teatro Lara Madrid

Guillermo Barrientos es Jorge. Eva Marciel es Silvia. En Dos días.

Eva Marciel y Guillermo Barrientos son Silvia y Jorge. Ellos, tan expuestos como están debido a su popularidad, un día deciden que quieren rasgarse las vestiduras para interpretar a estas dos almas perdidas. Con la única ayuda de una cama. Pero no sólo con una cama. Hacen falta
valentía y generosidad para profundizar en esas capas que son sus personajes y para ponérselas encima con mimo
. Para ponerse en la piel de Silvia y Jorge por un ratito. Para ser ellos para nosotros.

La comunión de estos dos artistas con la sensibilidad y el instinto del director y con la madurez del texto, cierran el círculo del menos es más. Y de la verdad ¡Y de qué manera!

CUÁNDO VERLA

Es difícil hablar de «Dos días» y no revela ningún detalle importante. Y, sin embargo, aquí estamos. Porque lo más fascinante de todo es que nada de lo aquí dicho finalmente revela nada de la obra. Y al mismo tiempo, lo dice todo.

Cartel Dos Días Teatro Lara sala Lola Memorives Madrid

Cartel de Dos Días. En la sala Lola Membrives del Teatro Lara.

Para vivir la verdad del teatro a pocos centímetros de estos artistas, hay que ir a ver «Dos días» (Y mejor si la vemos dos días). Y eso se puede hacer los miércoles de marzo a las 22.15h y los sábados de mayo a las 19.30h en la sala Lola Membrives del Teatro Lara.

Y sólo digo que hace falta ya una función con coloquio posterior. Ahí lo dejo.

Eso, y que perdérsela es, seguramente, un error.

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Para no perderse: La Noche de los Libros

Un libro es una puerta a un universo diferente. Es la invitación a conocer otras vidas, otras formas de relacionarse, otras formas de pensar y entender lo que nos rodea.
Un libro, para muchos, es un objeto de culto; un síntoma del fetichista más cultivado o de aquél que, no por más inculto que el anterior, los conserva por placer. El placer de tenerlo entre las manos, el placer de oler sus páginas, el placer de saber que ahí hay otras oportunidades. Oportunidades…

Para otros, un libro es un concepto un tanto abstracto que, como mucho -y junto a muchos otros-, se puede acumular en un dispositivo digital enfundado en una carcasa de diseño casual o bohemio. Depende de los gustos.

Un libro, al final -y al principio-, no es más y, a la vez, sí es más que todo eso. Más que una sucesión aparentemente ordenada de palabras con contenido clasificable en categorias infinitas (¡o no!), un libro es la representación feaciente de la necesidad que tenemos los seres humanos por conocer. Y no me digan que no es así, porque entraríamos en un serio debate. Más allá del narcisismo y la relativa necesidad de exposición de los autores (en los que me incluyo), todo aquel que en algún momento mira, toca, huele, sostiene, abre, hojea y ojea, lee, guarda, regala, compra, vende, siente e incluso piensa libros, lo hace por la genuina necesidad de conocer.

¿El qué?

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El tren convertido en película

Ahora, que se supone que debería comenzar el buen tiempo -e incluso hay días en que sí se puede disfrutar de un pequeño empacho de sol-, una no puede evitar pensar en la cantidad de planes que hacemos a la mínima que tenemos ocasión.

Los medios de comunicación anuncian que el tren está desvancando al avión como el medio de transporte preferido por los españoles para los viajes de media o larga distancia. Ya sea por vacaciones o por negocios. Y también está en nuestro día a día para ir a nuestro lugar de trabajo.

Tan integrado tenemos el tren en nuestras vidas que a veces no nos damos ni cuenta de que, en ocasiones, el tren es un personaje más de algunas de esas películas que guardamos en nuestra videoteca como «favoritas». O, si no favoritas, sí de esas que vemos y revemos y requetevemos.

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El terrible encantamiento del villano

Ultimamente no puedo parar de pensar en esa frase de «nos gustan los tipos malos«. Lejos de querer abrir un debate sobre la clase de hombres que nos gustan, no puedo evitar destacar el increíble atractivo de determinados personajes de ficción que son muy, muy malos… pero los adoramos.

Esa clase de personajes tienen su encanto cuando se da en pequeñas dosis: un libro, una película… algo finito y definido, acotado. Pero ¿qué ocurre cuando la dosis que recibimos de ese personaje se prolonga en el tiempo? Adicción. Simple y llanamente: adicción.

Hace no mucho le comenté a un conocido que me considero muy fan de las máscaras. Esos personajes que intentan mostrarse a sí mismos de una determinada manera para acabar desnudándose poco después, mostrándose tal y como son. Me encanta ese proceso por el cual nosotros, como espectadores, asistimos a ese acto de sinceridad. Cual voyeurs.

Esto último queda brutalmente comprometido cuando lo que tenemos ante nosotros es un personaje construido a partir de secretos. Cierto es que puede portar la mayor de las máscaras precisamente por eso, pero ese acto de sinceridad que culmina con el descubrimiento de su verdadero yo se pospone de forma infinita en pos del misterio, la intriga y la generación de expectativas.

Y ahí es donde los matices del personaje pueden enriquecerlo y hacerlo grande, o destruirlo hasta la mediocridad.

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Del 27 de marzo a la Noche de los Teatros

Resulta realmente complicado estar disfrutando de un día como este 27 de marzo con un sol que invita a la calle y el campo, con un horario descolocado por el ajuste de nuestros relojes y además terminando las vacaciones -para quien las haya tenido- de Semana Santa.

Digo que resulta realmente complicado porque cuando eso, todo eso, coincide con el Día Mundial del Teatro, uno empieza a echar cuentas y resulta que el día se ha quedado sin horas suficientes como para aprovecharlo como se merece.

Para nuestro jolgorio y regocijo personal, intelectual, individual o grupal (y todos los «al» aplicables), tenemos la gran suerte de poder explotar ese amor incondicional por el teatro en su día mundial durante más de un día. Durante toda la semana del 28 de marzo al 1 de abril, Madrid está de enhorabuena: descuentos para entradas en multitud de salas y funciones, culminando la noche del 1 de abril con la, ya mítica, Noche de los Teatros. No sé a quién tenemos que agradecérselo pero, sea quien sea, aquí va mi agradecimiento.

Y para que no nos arrepintamos de no haberlo aprovechado al máximo, creo que habrá que planificarse.

Aquí algunas ideas.

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