El tren convertido en película

Ahora, que se supone que debería comenzar el buen tiempo -e incluso hay días en que sí se puede disfrutar de un pequeño empacho de sol-, una no puede evitar pensar en la cantidad de planes que hacemos a la mínima que tenemos ocasión.

Los medios de comunicación anuncian que el tren está desvancando al avión como el medio de transporte preferido por los españoles para los viajes de media o larga distancia. Ya sea por vacaciones o por negocios. Y también está en nuestro día a día para ir a nuestro lugar de trabajo.

Tan integrado tenemos el tren en nuestras vidas que a veces no nos damos ni cuenta de que, en ocasiones, el tren es un personaje más de algunas de esas películas que guardamos en nuestra videoteca como «favoritas». O, si no favoritas, sí de esas que vemos y revemos y requetevemos.

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El terrible encantamiento del villano

Ultimamente no puedo parar de pensar en esa frase de «nos gustan los tipos malos«. Lejos de querer abrir un debate sobre la clase de hombres que nos gustan, no puedo evitar destacar el increíble atractivo de determinados personajes de ficción que son muy, muy malos… pero los adoramos.

Esa clase de personajes tienen su encanto cuando se da en pequeñas dosis: un libro, una película… algo finito y definido, acotado. Pero ¿qué ocurre cuando la dosis que recibimos de ese personaje se prolonga en el tiempo? Adicción. Simple y llanamente: adicción.

Hace no mucho le comenté a un conocido que me considero muy fan de las máscaras. Esos personajes que intentan mostrarse a sí mismos de una determinada manera para acabar desnudándose poco después, mostrándose tal y como son. Me encanta ese proceso por el cual nosotros, como espectadores, asistimos a ese acto de sinceridad. Cual voyeurs.

Esto último queda brutalmente comprometido cuando lo que tenemos ante nosotros es un personaje construido a partir de secretos. Cierto es que puede portar la mayor de las máscaras precisamente por eso, pero ese acto de sinceridad que culmina con el descubrimiento de su verdadero yo se pospone de forma infinita en pos del misterio, la intriga y la generación de expectativas.

Y ahí es donde los matices del personaje pueden enriquecerlo y hacerlo grande, o destruirlo hasta la mediocridad.

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Del 27 de marzo a la Noche de los Teatros

Resulta realmente complicado estar disfrutando de un día como este 27 de marzo con un sol que invita a la calle y el campo, con un horario descolocado por el ajuste de nuestros relojes y además terminando las vacaciones -para quien las haya tenido- de Semana Santa.

Digo que resulta realmente complicado porque cuando eso, todo eso, coincide con el Día Mundial del Teatro, uno empieza a echar cuentas y resulta que el día se ha quedado sin horas suficientes como para aprovecharlo como se merece.

Para nuestro jolgorio y regocijo personal, intelectual, individual o grupal (y todos los «al» aplicables), tenemos la gran suerte de poder explotar ese amor incondicional por el teatro en su día mundial durante más de un día. Durante toda la semana del 28 de marzo al 1 de abril, Madrid está de enhorabuena: descuentos para entradas en multitud de salas y funciones, culminando la noche del 1 de abril con la, ya mítica, Noche de los Teatros. No sé a quién tenemos que agradecérselo pero, sea quien sea, aquí va mi agradecimiento.

Y para que no nos arrepintamos de no haberlo aprovechado al máximo, creo que habrá que planificarse.

Aquí algunas ideas.

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Veneno para ratones

Un salón. Tabaco. El pretexto de una cena. Un desconocido. Un quinqué. Whisky. Un par de periódicos. La codicia. Vino. La culpa. Tataki de atún. Venganza. Calor. Secretos.

Y siempre que hay secretos, también hay mentiras. Y vergüenza. Y miedo. O valentía.

Ningún desconocido.
Tres desconocidos.

Todos esos, y unos cuantos más, son los ingredientes de Veneno para ratones, de La Lirio Teatro. Sencilla y compleja al mismo tiempo, esta obra escrita y dirigida por Alberto F. Prados prorroga su estancia en La Pensión de las Pulgas.

Todo aquel que decide asistir a esta representación, debe hacerlo como un acto de voluntad de querer formar parte de algo. Si ése es tu caso, tienes que saber que no saldrás igual que entraste.

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Los Oscars (cuando ya -casi- nadie habla de ellos)

No sé si tengo algo de rara avis, pero a menudo me ocurre que el verdadero sabor de una película es el que se me queda pegado al paladar y a la parte alta de mis sesos pasado cierto tiempo. Y quien dice una película, dice también un libro, una canción, una obra de teatro… O cualquier otra forma de expresión artística y cultural.

Quizá por ese motivo, casi dos semanas después de que tuviera lugar la esperadísima 88ª edición de los premios Oscars, heme aquí hablando y reflexionando sobre la ya históricamente conocida como La gala de los blancos.

Pasados ya unos cuantos días ¿sería justo decir que fue la gala de Leonardo DiCaprio y de las reivindicaciones?

La quiniela y los resultados

Tengo la sensación de que estábamos tan ansiosos porque el actor consiguiera el galardón y por ver qué ocurría con la polémica por la ausencia de nominados de color, que tan pronto como llegó la gala desapareció de nuestras retinas.

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