Cualquier parecido con la realidad NO es pura coincidencia

Cuando uno empieza un proyecto, sea de la clase que sea, automáticamente le aparecen un montón de preguntas en la cabeza. Normalmente todas, o muchas de ellas, relacionadas con el éxito que dicho proyecto puede llegar a tener. Muchos de los factores que harán de nuestro proyecto un éxito están, sin duda, fuera de nuestro alcance. Solo algunos de los factores, en los momentos más primitivos del proyecto que uno pone en marcha, están enteramente en manos del creador. Y como creador, la creatividad es el primer factor que uno debería entrenar concienzudamente.

Éste es uno de los pensamientos que me da vueltas en la cabeza en los últimos días y está directamente relacionado con un montón de cosas que me rodean. El otro día, en el cine escuché esta pequeña y espontánea conversación:

– Mira, ésta también está basada en hechos reales.
– Pues como todas ¿o no te has dado cuenta?

De hace unas semanas a ahora, vengo observando la cartelera de los cines y reconozco que yo también he tenido algún pensamiento en esa línea. Las películas más sonadas, esas de las que más se está hablando, las que más gente está yendo a ver y las que más premios o nominaciones llevan a sus espaldas, están basadas o inspiradas en hechos reales. O si no, son adaptaciones de novelas.

inspiradoenhechosreales

Inspirado en hechos reales. Fotogramas trailers: The revenant, The danish girl, The bridge of spies, The big short. Fuente IMDB

Y mi pregunta es ¿se nos ha acabado la imaginación? ¿tan complicado es construir relatos partiendo de cero?

Bien es cierto que jamás se parte absolutamente de cero. Pues, como decía, la creatividad hay que entrenarla, alimentarla. Y además, las vivencias de cada uno acaban componiendo una base de datos primordial de donde extraer y componer buenas historias. Con esto no quiero decir que las películas que nos tienen enganchados ultimamente no lo sean. Lo que me pregunto es ¿podemos hacer algo más?

Una de las cosas que más nos suele bloquear a la hora de crear es ponernos límites a nosotros mismos ya desde el comienzo. Una cosa es preguntarse por el futurible éxito de cualquiera de nuestras creaciones y otra cosa es asumir, porque sí, que no merece la pena el esfuerzo. A veces somos nosotros mismos. A veces son los demás (a quienes en numerosa ocasiones les damos mayor credibilidad y poder que a nuestros propios impulsos). El otro día curiosamente recibí una llamada para ofrecerme un proyecto. Yo aproveché para comentar los míos. Y la primera reacción que obtuve fue un «uuuuuf, complicado ¿eh? muy complicado…». En las antípodas de ese pensamiento, podemos ver estos días en una de las principales de cadenas de televisión una serie documental sobre los proyectos que ha puesto en marcha uno de los más notorios chefs que tenemos en nuestro país. Precisamente su leit motiv es que uno decide qué hacer. Podemos hacer lo que queramos: cambiar de casa, de país, de trabajo, de pareja, de forma de vestir, de amigos… Podemos hacer lo que realmente queramos con nuestra vida, pues es nuestra y sólo tenemos una. Ahora bien, realmente tenemos que querer. Y, como consecuencia, tenemos que asumir riesgos. Eso es inevitable.

He aquí el quid de la cuestión. Arriesgar. Como dice el refrán, «quien no arriesga, no gana».

Huelga decir que muchas de las producciones que vemos en nuestros cines tienen su notable cantidad de riesgo. Estoy esperando impaciente el estreno de The Revenant sin ir más lejos (que también está basada en hechos reales). Grandes producciones, con muchos matices, con grandes apuestas en lo que a personas y métodos se refiere, grandes cantidades de dinero… todo expuesto al público y a los premios. Pero sigo preguntándome dónde está la originalidad, la creatividad, en ese primerísimo primer momento en que el creador se sienta a elucubrar sobre su obra. En qué momento el pensamiento se desvía y apuesta por dar su interpretación de algo que ya fue o decide aferrarse a sus propias inquietudes y arriesgar por algo nuevo.

Respeto a todos aquellos que son capaces de hacer grandes cosas sobre acontecimientos que todo el mundo conoce de sobra, pues es difícil competir con ideas ya ancladas en el imaginario colectivo. O no sólo sobre acontecimientos, también sobre grandes obras de la literatura universal. Todo tiene su mérito, pues, para empezar, hay que tener el empuje y la fuerza para hacerlo.

No obstante, sigo preguntándome por la creatividad. Dónde está la creatividad.

Esta mañana leí este artículo en la revista TIME que habla precisamente de eso (ojo, está en inglés). Cuenta precisamente cómo señores tan universalmente conocidos como Einstein, Picasso o Stephen King, eran (y son) maestros en su campo, no solo por su capacidad de producir de forma casi imparable, sino por sus métodos de creatividad. Estos métodos, como no podía ser de otra manera, se basan en comportamientos que podemos aplicar en nuestro día a día. En nuestra realidad cotidiana. La creatividad, a fin de cuentas, es un elemento básico para cualquier problema que nos encontremos, y, con más razón, para cualquier proyecto que, de por sí, sea implícitamente de carácter de creativo.

Como espectadora, lectora y público en general, espero que me sorprendan. Espero que me cuenten algo que no me haya contado otro antes. Coincidencias como el parcecido de ciertas frases en la música de Metallica y la banda sonora de una película, no me disgustan. Películas cuyos guiones parten de algo preexistente no me hacen sentirme engañada, pues a fin de cuentas, quiero que cuenten todas esas cosas y todas esas versiones.

Ahora bien, como creadora necesito confiar en mi capacidad para salir de mi zona de confort. Y quizá por eso también, en un punto, espero eso de los demás creadores.

Pensando en todo esto llegué a la conclusión de que cualquier parecido con la realidad no es necesariamente pura coincidencia. Pues como decía al principio, nunca nada viene de cero, todo son reinterpretaciones, combinaciones o modificaciones de algo que ya conocemos de antemano. Lo importante es entrenarlo, trabajarlo. Alimentar esa creatividad para que crezca.

Y después, el éxito es relativo y, en última instancia, depende de los demás.

 

 

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