¿Son importantes los premios?

El pasado 6 de febrero tuvo lugar la ceremonia de los premios Goya 2016: la gala del cine español por antonomasia. Por trigésima vez en su historia (y la nuestra) y casi como si del año nuevo se tratara, tocaba hacer balance del año y fijarse propósitos para el que estaba a punto de comenzar. Y no he podido evitar ponerme a pensar en eso precisamente. En todo eso.

Nos gustan los premios

Partiendo de mi amplia experiencia en este campo, o lo que es lo mismo, teniendo en cuenta que habré ganado en toda mi vida alrededor de… 1 premio, voy a intentar hacer una aproximación a lo que considero que es más relevante en el mundo de los galardones.

Hay mucho alrededor de las entregas de premios que genera, cuanto menos, curiosidad.

Así a simple vista, nos volvemos locos con los premios. Nos encantan los premios. Nos encanta que nos los den y, si no, particiar en las porras de todos a los que nosotros no optamos. Y ver las galas de entrega, si podemos, y luego comentarlas. Comentarlas «después de» pero también durante mucho tiempo «antes de». Para eso hay que tener con quién, claro. Pero si no es así, en las redes sociales se mueve todo un mundo paralelo donde el sentido del humor es el rey -¡y cuánto se agradece comprobar que el sentido del humor español está en buena forma!-.

Bromas aparte -o no-, hay mucho alrededor de las entregas de premios que genera, cuanto menos, curiosidad.

Después de ver parte de la alfombra roja, ver la gala entera -sí, entera- y leer de todo sobre ella en redes y distintos medios de comunicación, el regusto que me ha quedado es bastante heterogéneo. Por llamarlo de alguna manera…

Todo empieza y termina en la alfombra roja

Reporteros gráficos, periodistas, azafatas, organizadores del evento, actores, actrices, directores, presentadores, cantantes y un largo ectétera, todos juntos pero no revueltos a lo largo y ancho de la alfombra roja, representaban mucho de lo que realmente estaba teniendo lugar (aunque no se viera a simple vista). De forma ordenada, programada, dinámica y aparentemente relajada, allí estaban todos. Bueno, lo cierto es que no, no estaban todos. Pero vayamos por partes.

Considero que la exhibición y el agradecimiento, al menos en este caso, no van de la mano. Aunque lo parezca.

La alfombra roja es la primerísima primera parte del evento, o, lo que es lo mismo, el previo a la gala donde las celebridades lucen palmito. Comentaba este momento precisamente con una amiga y, haciendo observaciones sobre cómo se había presentado Fulanito y lo bonito que era el vestido de Menganita, no pude evitar apuntar que a mí me estresaría muchísimo una situación como ésa. No disfrutaría del tradicional paseillo por la alfombra roja, ese momento en el que todas las miradas están puestas en ti para emitir todo tipo de juicios, tal y como estábamos haciendo mi amiga y yo. Mi amiga, yo, y muchísima otra gente, empezando por la presentadora y la compañera bloguera que la acompañaba. Distinto sería subirse a dar las gracias por un reconocimiento. Son, desde mi punto de vista, situaciones muy diferentes, con propósitos bien distintos y con motivaciones opuestas. Considero que la exhibición y el agradecimiento, al menos en este caso, no van de la mano. Aunque lo parezca.

En este maremagnum de sensaciones llegué a las primeras dos conclusiones de la noche, a las que, por otra parte, cualquiera podría llegar.

La primera conclusión a la que llegué es que conviene diferenciar muy bien el espectáculo del reconocimiento al trabajo. La reunión que allí tenía lugar era para condecorar a una serie de trabajadores del cine como reconocimiento a su labor en la ¿industria? del cine español. Hay muchas maneras de llevar a cabo esa reunión y el valor de los premios sería exactamente el mismo -siempre y cuando quienes lo otorgan y lo reciben así lo entendan-. Otra cosa es la puesta en escena de esa reunión, y la difusión y la relevancia mediática que se le otorgue. Y eso ya es otra cosa. El envoltorio, a mi juicio, es puro entretenimiento y, a la hora de valorarlo como tal, seguramente entramos en un territorio de subjetividades un tanto delicado. Lo que a mí me parece entretenido, podría no serlo para cualquiera de los que ahora leéis esto. O para cualquiera de los que estuvieran allí mismo en el auditorio del hotel Marriott. O para los twitteros incansables. Y con todo, toda esa maquinaria puesta en marcha para provocar el encanto y el encantamiento de los presentes y/o telespectadores, dio mucho que pensar. O, como mínimo, que hablar.

La segunda conclusión a la que llegué es que la entrega de premios, con o sin espectáculo, es un generador de oportunidades. Quizá hay que saber encontrarlas, o hay que querer encontrarlas. Como ejemplo, nuestra compañera bloguera que se vio de pronto co-presentando el previo de la gala en la cadena pública. ¡Enhorabuena para ella!

La alfombra roja dio para más. Pero lo que dio de sí cobra todo el sentido cuando terminó la gala y comenzaron a salir a la luz pequeños detalles que, desde casa, se nos iban escapando.

Conocer a las personas detrás de los artistas

La gala en sí misma fue algo diferente a otros años. Tras un número musical para comenzar, asistimos al discurso de Antonio Resines -presidente de la Academia del Cine- que, por cierto, fue bastante breve; presenciamos una tamborrada espectacular en homenaje a Luis Buñuel; nos dimos palmaditas en la espalda del gusto por contar con Tim Robbins y Juliette Binoche como invitados… Era lo que parecía: espectáculo.

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Juliette Binoche y Tim Robbins en un momento de la gala de los Goya 2016. Fuente: rtve.es

Curiosamente, la entrega de premios empezó tan rápido que casi nos pilló a todos aún buscando la postura en el sofá.

Empezamos con doblete de Lucas Vidal (con permiso de Pablo Alborán) en las categorías de Mejor canción originalMejor música original. No pretendo hacer una crónica minuto a minuto de la ceremonia, pero sí quiero destacar este momento, que además fue casi un preludio de mis conclusiones. Comenzar la entrega de galardones con dos premios a un joven compositor que ha luchado por su profesión, que, con apenas 31 años, vive a caballo entre Los Ángeles y Madrid, que trabaja en producciones tan diferentes como Fast & Furious 6 o Nobody wants the night (por la que recibió uno de los reconcimientos, Nadie quiere la noche en castellano) y que, además, sus agradecimientos sean tan humildes como esto, me parece remarcable.

En su discurso previo dejó un mensajito a los jóvenes: «Yo a quien realmente se lo quiero dedicar es a todos los jóvenes que están ahora mismo viendo la tele en sus casas, para que, con esfuerzo y sacrificio, luchen por sus sueños y no simplemente se queden soñando. […]. Y creo que con un poquitito de talento, y mucho esfuerzo y sacrificio, se puede llegar».

Yo esto no sólo lo aplaudo si no que lo hago extensible a los no-jóvenes, porque todo el mundo tiene derecho a soñar, tenga la edad que tenga.

A fin de cuentas, hay que saber ser agradecido.

Muy poco después, un joven, bastante más joven que el propio Lucas Vidal, un debutante llamado Miguel Herrán subía al escenario a recoger el Goya en la categoría Mejor actor revelación. ¿Su trabajo? Papel protagonista en la primera película como director de Daniel Guzmán, A cambio de nada. Su discurso de agradecimiento, como buen debutante, estaba bien calculado para decir todo lo que quería decir y justo lo que quería decir (y, además, de memoria): «[…] Darle las gracias primero a los académicos. Me habéis dado el primer premio de mi vida y creo que el más importante, y el que va a enfocar el resto de mi carrera de por vida. […] Y sobre todo gracias a Dani. […] Has conseguido que un chaval sin ilusiones, sin ganas de estudiar, sin nada que le gusta, descubra un mundo nuevo, quiera estudiar, quiera trabajar y se agarre a esta vida nueva como si no hubiera otra. Me has dado una vida, Daniel».

Acostumbrados a discursos que en muchas ocasiones están llenos de nada, o de todo a propósito de algo ajeno al cine; o que son deliberadamente propagandísticos, se agradecen momentos de humildad y humanidad. A fin de cuentas, hay que saber ser agradecido. No todo el mundo sabe serlo.

Hubo otros cuantos momentos que no tendrían que quedar colgados en el olvido. Me gustaría destacar un par de ellos bastante significativos.

«Las películas no compiten, suman»

El director de Un día perfecto, Fernando León de Aranoa, subió al escenario a recoger el galardón en la categoría de Mejor guión adaptado. Y en su discurso dejó una de las mejores reivindicaciones de la noche: «Las películas no compiten, suman». Unos minutos después, el actor argentino Ricardo Darín se hizo eco del mensaje del español cuando subió a recoger su premio en la categoría de Mejor actor protagonista por su actuación en Truman: «Los actores no compiten, suman».

¿No debería ser así siempre todo?

Cuando la alfombra se recoge (lo bueno y lo malo)

La ceremonia estuvo llena de muchos instantes que merecen quedar en nuestro recuerdo para hacernos pensar en el camino que lleva y/o que debería llevar nuestro cine (y, por extensión, nuestra cultura). Lejos de destacarlos todos, pues tampoco tendría sentido aquí, sí considero que hay que mirar más allá de lo que simplemente se ve. Hay que observar. Hay que leer. Hay que escuchar.

Retomando una de mis primeras conclusiones en torno a la gran celebración del cine español, me quedo con que es una gran oportunidad. Una gran oportunidad para entender y extender el mensaje del esfuerzo y del trabajo. A veces no hay que verbalizarlo en un discurso, basta con predicar con el ejemplo. Y a buen entendedor… Algo así sucedió con  la joven Irene Escolar, que tras subirse a un escenario esa misma tarde en Zaragoza para representar la obra El público, de Federico García Lorca, voló casi literalmente para llegar al hotel Marriott de Madrid y recoger su galardón como Mejor actriz revelación por su trabajo en la película Un otoño sin Berlín.

Poco después de terminar la entrega de premios, como adelantaba, empezaron a salir cositas que a simple vista pasaban desapercibidas. Quiero destacar algo que a mí, particularmente, me da qué pensar. Y me disgusta. Lejos de entrar en dialécticas sobre la actual situación política en nuestro país, aunque sí defendiendo nuestra cultura y la verdadera necesidad de proteger y cuidar a quienes forman(mos) parte de ella, me gustaría rescatar la alfombra roja, esta vez para meter el dedo en la llaga.

Por qué estos cuatro señores […] tenían y tuvieron el derecho de disfrutar de su/s minuto/s de gloria delante de la prensa y de todos los españolitos en sus casas (todos, yo incluida), y los guionistas -¡LOS GUIONISTAS!- tuvieron que entrar por la puerta de atrás. […] Hay algo de perverso en esta situación. Sin guionistas no hay películas. Eso es un hecho. Los guionistas son el origen, el germen.

En un momento dado, cuatro señores en su lucha personal por conseguir gobernarnos a todos, aparecen en la resonadísima alfombra. Al margen de vestimentas más o menos comentadas, y de puestas en escena verdaderamente merecedoras de, como mínimo, alguna que otra nominación, una no puede evitar preguntarse por qué. Por qué estos cuatro señores -con todo el respeto del mundo lo digo-, tenían y tuvieron el derecho de disfrutar de su/s minuto/s de gloria delante de la prensa y de todos los españolitos en sus casas (todos, yo incluida), y los guionistas -¡LOS GUIONISTAS!- tuvieron que entrar por la puerta de atrás. No me desdigo en absoluto de mi reflexión previa donde considero -y me reafirmo- que los reconocimientos y el espectáculo son cosas diferentes. Pero hay algo de perverso en esta situación. Sin guionistas no hay películas. Eso es un hecho. Los guionistas son el origen, el germen. Son las mentes creadoras que dedican su tiempo y su esfuerzo a configurar, generar y dar forma a las historias que, muchos meses después, se convierten en películas; que, muchos más meses después, llegan a nuestras salas; y que, muchos muchos más meses después, acuden (o no) a ceremonias como los Goya para ser (o no) galardonadas. Pero no había lugar para ellos delante de toda esa gente que adora u odia sus historias. Las que ellos han creado. Y mi pregunta es ¿de verdad es este el mensaje que queremos promover? ¿de verdad es esta la base sobre la que se sostiene nuestra cultura?

Quiero pensar que no. Quiero pensar que somos más los Lucas Vidal, Miguel Herrán, Fernando León de Aranoa, Ricardo Darín e Irene Escolar, que esos otros que deciden que los guionistas no deben ser vistos. Los intereses no son interesantes. El crecimiento, sin embargo, provoca automáticamente empatía. No hablo de personajes, hablo de personas. Y así, paradójicamente (o no), es mucho más sencillo enganchar a cualquiera. Cualquiera que, por otra parte, puede considerarse también potencial consumidor de cine español (convicciones ideológicas aparte).

Pero ésta es solo mi humilde opinión.

La resaca. El poso…

La democratización de las redes sociales hizo correr como la polvora cualquier pequeño detalle que pudiera pasar desapercibido, como la ausencia de los guionistas delante de los flashes. Lo más buscado tras la celebración eran las reacciones de los premiados, al rebufo de un palmarés que dejó más sorpresas de las previstas, con Truman arrasando y La novia -la gran favorita- en un segundo plano. Lo más interesante era saber cuáles eran las conclusiones, cuál era el verdadero poso sobre lo que todo ello representaba para los galardonados.

El espectáculo es divertido y también es escaparate, todo hay que decirlo. Pero es efímero. El espectáculo no es el éxito. El éxito es otra cosa.

Después de todo lo visto, oído y leído, me quedo con la verdadera importancia de los premios. Un premio, además de reconocimiento al trabajo bien hecho, es (o debería ser), el empuje para buscar más, luchar más y, en definitiva, ser y hacer mejor lo que mejor sabemos hacer. El espectáculo es divertido y también es escaparete, todo hay que decirlo. Pero es efímero. El espectáculo no es el éxito. El éxito es otra cosa y se consigue en el día a día, no una vez al año.

A pesar de todo, o quizá precisamente por todo, una de las frases que quedó en el «después de» fue la que salió de la boca de la actriz Luisa Gavasa (Mejor actriz de reparto por La novia), y es que «¿quién no quiere un Goya en su vida?».

2 comentarios en “¿Son importantes los premios?

  1. LaMayor dijo:

    En total sintonía contigo, es mas, hasta con los ojos húmedos al escuchar a Miguel Herran. Esto no es solo por hacerme mayor, que tambien, sino por mostrarse tan de verdad. Espero que no pierda las ganas.
    Darín, sin palabras, es mi debilidad.
    Sobre los 4 mejor no hablar.
    Y los GUIONISTAS, así con mayúsculas, que tienes toda la razón, si hasta para basado en hechos reales son necesarios, son el principio de todo lo demás.

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    • La Debutante dijo:

      Cuánto me alegro de que estemos en sintonía, de leerte y de que nos hagamos mayores. Como decía en la publicación: «a buen entendedor…».
      Ojalá Miguel Herrán siga así y, como bien dices, no pierda las ganas.
      Darín, también es mi debilidad. ¿Qué tiene? No conozco a nadie que no le guste o que no le encante, mejor dicho. Y me ha encantado en Truman por cierto.
      En cuanto a los GUIONISTAS, qué te puedo decir. Más allá de tipo de obra que hagan, adaptada o no, hechos reales o no, ellos son la matriz. Sin ellos, no hay nada.
      LaMayor, gracias por venir, ¡espero que sigamos entendiéndonos y leyéndonos!

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